Nitzavim relata las condiciones del pacto con D’s: el pueblo judío ya vio las abominaciones de Egipto y de los otros pueblos idólatras que atravesó, ya entendió las consecuencias de librarse a la adoración de los ídolos, entonces no puede volver atrás. Si ello ocurriese, D’s los expulsará de la tierra de Israel y los dispersará entre las naciones. Sin embargo, si los judíos se arrepienten, D’s volverá a reunirlos en Israel, y si luego desobedecen nuevamente, sus días en esa tierra no durarán y D’s volverá a dispersarlos.
Es la condición de la permanencia en Israel: obedecer y prosperar, o desobedecer y ser maldecido, entrando y saliendo de la tierra prometida tantas veces como sea necesario.
Una cuestión me intriga: ¿Cuáles fueron los actos de arrepentimiento previos que le dieron lugar?: una gran parte de los judíos europeos estaban en el punto más bajo de su religiosidad en los últimos dos milenios: el retorno parece más un consuelo por el ilimitado sufrimiento de los campos de concentración, más que un premio por el cumplimiento perfecto y universal de las mitzvot. ¿Hay entonces otras condiciones bajo las cuales se recupera el derecho a morar en Israel, incluso para los pecadores a los ojos del judaísmo ortodoxo? Y si hay también otras condiciones para morar, ¿eso significa que el hecho de no respetar las mitzvot nos llevará automáticamente a un nuevo exilio?
El debate tiene consecuencias prácticas concretas y significativas, hoy y ahora: Israel debate si debe atacar a Irán para impedirle o para retrasar el desarrollo de armas atómicas: el ataque implicará una escalada de imprevisibles consecuencias para la vida de miles de civiles de ambos lados.
En nuestra tradición, es preferible morir a ser forzado a cometer homicidio. Entonces, ¿es preferible correr el riesgo de ser asesinado al riesgo de matar a inocentes? ¿La sangre de Israel es más roja que la sangre de los iraníes? Si Israel no se levanta frente a sus enemigos y los elimina antes que realicen sus oscuros designios, nadie lo hará; y si sus enemigos piensan que no corren riesgo de ser atacados gracias a los principios morales de los judíos, se prepararán sin temores para ese ataque eventual, y las chances de que un día lo lleven a cabo se incrementarán. La doctrina judía de no asesinar inocentes detrás de los cuales se esconden quienes tienen designios asesinos tiene como consecuencia que sea más probable que los asesinados sean los judíos.
Para una nación “normal” el debate sería mucho más simple: matar antes de morir. Pero los judíos piensan que, de un modo u otro, si están de retorno en Israel es porque hubo alguna clase de intervención divina, que la promesa contenida en Nitzavim fue realizada en 1948, y que así como recuperaron la tierra de sus padres, también la pueden volver a perder por tercera vez según sean sus acciones, no sólo militares, sino fundamentalmente éticas.
Los iraníes lo saben, y están convencidos que no tienen mucho que temer, que los judíos perderán la vida antes de perder sus almas, basta con esconder los laboratorios debajo de la población civil y no serán atacados. Se trata de un cálculo frío e inteligente de un pueblo que conocen bien, no del suicidio de un régimen enceguecido por sus propios delirios apocalípticos.
Volvamos a Nitzavim: la tierra prometida tiene condiciones, es como un hotel que se paga con sometimiento a las leyes divinas: si no se obedece, hay que partir, si uno se somete, es perdonado y puede volver a habitarlo. La ley divina es clara al respecto: no matarás. Israel tiene la forma “operacional” de terminar con el riesgo atómico, el problema no es operacional, sino ético, miles de iraníes inocentes tienen que morir para evitar la amenaza permanente de un régimen fanático y el riesgo de que miles de israelíes inocentes puedan eventualmente morir y, como tal, es increíblemente difícil de resolver.