sábado, 25 de octubre de 2008

Parasha Nitzavim

Nitzavim relata las condiciones del pacto con D’s: el pueblo judío ya vio las abominaciones de Egipto y de los otros pueblos idólatras que atravesó, ya entendió las consecuencias de librarse a la adoración de los ídolos, entonces no puede volver atrás. Si ello ocurriese, D’s los expulsará de la tierra de Israel y los dispersará entre las naciones. Sin embargo, si los judíos se arrepienten, D’s volverá a reunirlos en Israel, y si luego desobedecen nuevamente, sus días en esa tierra no durarán y D’s volverá a dispersarlos.


Es la condición de la permanencia en Israel: obedecer y prosperar, o desobedecer y ser maldecido, entrando y saliendo de la tierra prometida tantas veces como sea necesario.


Una cuestión me intriga: ¿Cuáles fueron los actos de arrepentimiento previos que le dieron lugar?: una gran parte de los judíos europeos estaban en el punto más bajo de su religiosidad en los últimos dos milenios: el retorno parece más un consuelo por el ilimitado sufrimiento de los campos de concentración, más que un premio por el cumplimiento perfecto y universal de las mitzvot. ¿Hay entonces otras condiciones bajo las cuales se recupera el derecho a morar en Israel, incluso para los pecadores a los ojos del judaísmo ortodoxo? Y si hay también otras condiciones para morar, ¿eso significa que el hecho de no respetar las mitzvot nos llevará automáticamente a un nuevo exilio?


El debate tiene consecuencias prácticas concretas y significativas, hoy y ahora: Israel debate si debe atacar a Irán para impedirle o para retrasar el desarrollo de armas atómicas: el ataque implicará una escalada de imprevisibles consecuencias para la vida de miles de civiles de ambos lados.


En nuestra tradición, es preferible morir a ser forzado a cometer homicidio. Entonces, ¿es preferible correr el riesgo de ser asesinado al riesgo de matar a inocentes? ¿La sangre de Israel es más roja que la sangre de los iraníes? Si Israel no se levanta frente a sus enemigos y los elimina antes que realicen sus oscuros designios, nadie lo hará; y si sus enemigos piensan que no corren riesgo de ser atacados gracias a los principios morales de los judíos, se prepararán sin temores para ese ataque eventual, y las chances de que un día lo lleven a cabo se incrementarán. La doctrina judía de no asesinar inocentes detrás de los cuales se esconden quienes tienen designios asesinos tiene como consecuencia que sea más probable que los asesinados sean los judíos.


Para una nación “normal” el debate sería mucho más simple: matar antes de morir. Pero los judíos piensan que, de un modo u otro, si están de retorno en Israel es porque hubo alguna clase de intervención divina, que la promesa contenida en Nitzavim fue realizada en 1948, y que así como recuperaron la tierra de sus padres, también la pueden volver a perder por tercera vez según sean sus acciones, no sólo militares, sino fundamentalmente éticas.


Los iraníes lo saben, y están convencidos que no tienen mucho que temer, que los judíos perderán la vida antes de perder sus almas, basta con esconder los laboratorios debajo de la población civil y no serán atacados. Se trata de un cálculo frío e inteligente de un pueblo que conocen bien, no del suicidio de un régimen enceguecido por sus propios delirios apocalípticos.


Volvamos a Nitzavim: la tierra prometida tiene condiciones, es como un hotel que se paga con sometimiento a las leyes divinas: si no se obedece, hay que partir, si uno se somete, es perdonado y puede volver a habitarlo. La ley divina es clara al respecto: no matarás. Israel tiene la forma “operacional” de terminar con el riesgo atómico, el problema no es operacional, sino ético, miles de iraníes inocentes tienen que morir para evitar la amenaza permanente de un régimen fanático y el riesgo de que miles de israelíes inocentes puedan eventualmente morir y, como tal, es increíblemente difícil de resolver.

Parasha Vaielej

Moisés tiene 120 años y su muerte se aproxima, su responsabilidad es la de preparar al pueblo para que sobreviva sin su liderazgo.



Cap.31, 12: Moisés ordena que todo el pueblo se reúna cada siete años, hombres, mujeres y chicos, así como los extranjeros que vivan entre ellos, afín que ellos escuchen y se eduquen, y reverencien al Eterno, vuestro D’s, y se apliquen a practicar todas las palabras de la Torá.


¿Porqué los extranjeros? Ellos sólo tienen que cumplir con las leyes de Noé, nos con los 613 mandamientos. Por lo menos no se trata de todos los habitantes del mundo, el versículo es realista en requerir sólo la presencia de los extranjeros que vivan entre los judíos. Pero ellos no tienen pacto alguno con D’s, ¿por qué entonces tendrían que respetar esto o aquello que está escrito en la Torá?


La teoría es simple: si escuchan la palabra divina, entenderán automáticamente su origen y se dedicarán a aplicarla - de hecho, ese encanto a los oídos ya ha ocurrido en buena medida con el cristianismo, que ha adoptado una traducción de la Torá como texto propio -. Además, ¿Cómo vivir con extranjeros en una sociedad judía si ellos no respetan los textos sagrados de la mayoría? Esa parte es más problemática: nosotros los judíos hemos sido siempre minorías en la Diáspora y no nos gusta ser inculcados con lecciones de religión de las mayorías con las cuales convivimos, ¿por qué entonces deberíamos dar clases de Torá a los extranjeros que viven con nosotros cuando nos convertimos en mayoría?


Adoptemos otra perspectiva: los judíos sostenemos tener pacto con D’s, los otros pueblos no lo tienen. Pero todos somos criaturas divinas. Y si esas criaturas divinas que son los gentiles no tienen pacto alguno, y si D’s sólo habló con el pueblo judío y no habló ni hablará con ningún otro pueblo, ¿qué les toca hacer a los gentiles, simplemente venir a preguntarles a los judíos lo que tienen que hacer o no hacer? Si D’s no tiene contacto con los gentiles, sólo con los judíos, si a los gentiles les está permitido hacer lo que les parezca mientras respeten los siete mandamientos de Noé, pero a cambio de esa enorme libertad no tienen contacto alguno con el verdadero D’s, ¿qué les toca hacer, simplemente escoger sus propias reglas como les plazca? ¿Serán suficientes los siete mandamientos? No lo creo.


Mi lectura del versículo es la siguiente: la Torá es material de escucha para todos, judíos y gentiles. Los judíos tienen su pacto particular, pero los gentiles pueden escoger voluntariamente escuchar y someterse a D’s y reverenciar el texto divino. Esta no es la doctrina oficial de la ortodoxia judía, en la cual los judíos son el pueblo elegido y no se entrometen con lo que hacen los gentiles con su vida ni juzgan sus principios morales. Es más, lo que yo leo en el versículo 12 es una orden a los judíos para traigan a los extranjeros que vivan en su seno a escuchar, es decir hacer un esfuerzo positivo para que ellos entiendan y reverencien la Torá.


En esta interpretación, la Torá es para todos; obligatoria para los judíos, opcional para los gentiles. Es responsabilidad de los judíos que los gentiles escuchen la Torá y que decidan qué quieren hacer. Pero nunca lo hemos hecho, por razones históricas evidentes: nuestro anti-proselitismo, nuestra negación a educar a los gentiles en las palabras de la Torá han sido nuestra mejor defensa contra el proselitismo exterior y los intentos para “educarnos” en las palabras de religiones que no son la nuestra. Es un mandamiento latente, esperando tiempos históricos propicios. ¿Lo habremos también olvidado después de tantos siglos?


Esta es mi interpretación de lo que leo en esta parashá; ¿Y si tratásemos de educar a los gentiles en las palabras de la Torá, no sería todo mejor para nosotros, para ellos, y para el mundo que nosotros debemos mejorar como misión fundamental de nuestras vidas?

Parasha Hazainu

Las nuevas idolatrías (Deut.32-17)




Estamos en la antepenúltima parashá de la Torá, queda poco tiempo para las últimas advertencias.




Sin sorpresa, encuentro la misma recomendación que yo haría a mis propios hijos: cuidarse de las idolatrías en las cuales yo nunca pensé, a las que no les tuve miedo porque no las conocí, de las nuevas tecnologías que desarrollarán los idólatras para legitimarse y alimentar su poder, cuya mayor ventaja para propagarse es la falta de anticuerpos transmitidos de padres a hijos para protegerse de ellas.




¿Cómo protegernos de las idolatrías contra las cuales nadie nos previno? Más difícil aún, ¿cómo proteger a las generaciones futuras contra las idolatrías que nosotros siquiera podemos imaginarnos? ¿Cómo darles a nuestros hijos defensas contra las adoraciones que los desviarán del camino del bien sin matarles la curiosidad por las novedades del futuro y sin cerrarles la mente a las nuevas ideas que contribuyen al bien? ¿Cómo enseñarles a detectar a simple vista lo que va a terminar mal, las ambivalencias y claroscuros que no son sino salvoconductos hacia el mal, las personas que los van a llevar hacia el mal, el mal puro y simple, las adoraciones que van a debilitar su capacidad para defenderse del mal? ¿Cómo convencerlos de que las inyecciones de placer anestesian el dolor y nos hacen sentir vivos, pero también duermen nuestras alertas contra la belleza de los nuevos ídolos con los cuales nos cruzamos cada día?




No existe una lista de idolatrías posibles, lo único que tenemos para protegernos de ellas es hacer ejercicios constantes de cuestionamiento de nuestras acciones y de lo que nos rodea, arrepentirnos de lo que no es el camino recto, y empezar de nuevo. El es ejercicio de Iom Kipur, el día más sagrado, el depurarnos de todas las idolatrías, de las que conocemos y de las que vendrán, prometiendo que la lista será más corta el próximo año, que con la práctica de sacárnoslas de encima una y otra vez, la próxima vez la identificaremos más pronto y, al no adoptarlas, no hará falta arrepentirnos de ellas.




Lleva toda una vida. El Iom Kipur es la clave de nuestra adaptación al mundo moderno y de nuestra continuidad, ellos podrán inventar todas las idolatrías que quieran, tarde o temprano nosotros las detectaremos y nos inmunizaremos contra su invasión. Esperando que las generaciones futuras procedan igual, hasta el final de los días.

Parashá Bereishit - No es bueno que el hombre esté solo

..ֹ לֹא-טוֹב הֱיוֹת הָאָדָם לְבַדּוֹ






No es casual el regocijo de recomenzar la lectura de la Torá con la parashá Bereishit: al saborear cada frase nuevamente y encontrarle un nuevo significado, nos damos cuenta que no hemos vivido en vano. Un año más ha pasado y lo que hemos aprendido nos permite apreciar la vida desde ángulos cada vez más complejos y sutiles: un año más de experiencia y un año más lejos de la Creación.






Volver a recitar Bereishit nos hace comprenderla cada vez mejor y comprendernos cada vez mejor. Bereishit es la crema de las parashot. Entre tantas riquezas infinitas del texto de Bereishit, la frase que me inspira hoy para escribir es: no es bueno que el hombre esté solo (לֹא-טוֹב הֱיוֹת הָאָדָם לְבַדּוֹ).






La sociedad contemporánea, desoyendo la recomendación bíblica, declama que no es bueno no hacer ejercicio, comer malsano, la imprudencia al volante y la imprudencia en general, los excesos de placer y la ausencia de goce, la falta de vacaciones y descuidar el trabajo, la indisciplina y la rigidez psicológica, consumir en exceso y no consumir. Así, esta sociedad es una sucesión caótica e infinita de carteles publicitarios advirtiendo lo que no es bueno.Entre tanta cacofonía de consejos, leer Bereishit refresca la memoria y reordena las prioridades: es cierto lo que dicen esos carteles, que todo eso no es bueno, pero lo que sobre todo no es bueno es estar solo.






Una parte considerable de los hombres y mujeres contemporáneos viven solos: muchos por la suerte agria de haber sobrevivido a sus parejas, familias y amigos, otros por el exilio, la timidez o la depresión. Muchos otros escogen la soledad como modo eficiente de inserción en la sociedad de consumo, es decir: la compañía destruye la libertad, la libertad sexual y la libertad de movimiento, la libertad de decidir sin límites que hacer, cómo, cuándo, dónde y de qué modo. Para disfrutar a pleno las posibilidades materiales infinitas de la sociedad contemporánea lo ideal es ser libre, completamente libre. Es decir, es bueno estar solo.






Es así que, al crecer la distancia temporal con la Creación y el olvido del comienzo de todo, la sociedad de hoy nos deja solos, abandonados en el tiempo y el espacio a nuestra suerte, frente a una pantalla de televisión o de computadora, buscando qué hacer, cómo, cuándo, dónde y de qué modo, llenos de libertad pero vacíos de referencias – es decir, un objeto de manipulación, no un ser humano libre de decidir su destino -.






El antídoto: volver a la lectura de Bereishit y recordar otra vez el origen del mundo y que aún estamos vivos, entender cada vez mejor los calidoscopios cambiantes de cada palabra, de cada letra, hacerlo juntos.Yo creo que si Adam hubiese estado solo frente a la serpiente, como lo estuvo Eva, el también podría haberse dejado seducir por la serpiente.






No es bueno que el hombre este solo no sólo porque es insoportable el estar solo, sino también porque al estar solos hacemos lo que no es bueno, para al final quedarnos con labios agrios de un fruto que no deberíamos haber mordido. La crema en los labios, dulce como la miel y fresca como un nuevo comienzo, eso nos propone en cambio Bereishit.

Parashá Bezot Habraja - La Crisis Financiera

Parasha Bezot Habraja – La crisis financiera...וְזֹאת הַבְּרָכָה, אֲשֶׁר בֵּרַךְ מֹשֶׁה אִישׁ הָאֱלֹהִים--אֶת-בְּנֵי יִשְׂרָאֵל: לִפְנֵי, מוֹתוֹ




Moisés dedica una bendición a cada una de las tribus de Israel antes de su muerte (mi preferida es la que dedica a la tribu de Benjamín, el predilecto, que reposa en confianza frente a D’s, quien le prestará siempre refugio).Temeroso de que la parashá sea pertinente con la realidad actual, traté de encontrar una bendición para alguna de las tribus que asemeje mínimamente a algo así como “tus inversiones financieras no sufrirán desastres súbitos”, y fue grande mi agrado al no encontrar ninguna, ni siquiera metafórica: no existen bendiciones de éxito financiero en la tradición de Israel.




En realidad, la acumulación de riquezas es de por sí proclive a alejar de la buena senda a sus prodigios; mi intuición me dice que el enriquecimiento a través de instrumentos financieros ininteligibles es, como mínimo, sospechoso. Eventualmente, una violación del séptimo mandamiento.




La crisis no me preocupa, sino la reacción de la opinión pública mundial y de sus líderes, concentrada frenéticamente en evitarla como si ella fuera el mal supremo. Es decir: no he visto una movilización semejante para detener la carrera a la bomba atómica de Irán - y el consecuente fin de la no proliferación nuclear - ni para detener el calentamiento global del planeta, los cuales me parecen problemas de una entidad muy superior.




No minimizo los efectos de una severa recesión económica: desempleo e incremento de las carencias de los más pobres, pero contrariamente a todo lo que leo en los diarios en los últimos días, yo no creo que la crisis financiera de 1929 haya sido una enorme catástrofe del Siglo XX ni que los gobernantes de esos días hayan sido culpables en particular de no haberla tratado a tiempo. Los judíos nos manejamos con otras proporciones y sabemos bien cuál fue la catástrofe verdaderamente insoportable del Siglo XX: la Shoá. Si ella no pudo ser evitada fue porque evitarla no era la primera prioridad de la opinión pública internacional; si los gobernantes de esos días fueron culpables de algo en particular no fue de ignorancia de los instrumentos de politica monetaria, sino de no haber tenido el coraje de detener a tiempo a los nazis.




La crisis de 1929 produjo las condiciones necesarias para el surgimiento del nazismo y la cobardía de quienes deberían haberse opuesto a su desarrollo; lo que me preocupa de la crisis de 2008 no es si las acciones van a recuperar su nivel de precios de hace unos meses en uno, cinco y diez años, sino si en uno, cinco o diez años una ideología fundamentalista islámica aprovechará la situación y la consecuente debilidad de la opinión pública occidental para dotarse de armas letales e intentar, nuevamente, destruir al pueblo judío. Candidatos hay, y ya empezaron a festejar las nuevas oportunidades que leen en el cielo.




Lo otro que me preocupa es que, exhaustos de gastar dinero en salvar al sistema financiero, no quede nada para combatir el calentamiento global y salvar la temperatura moderada del planeta sobre la cual reposa no sólo el sistema financiero sino también cientos de millones de personas. No existe una bendición respecto de ser rico; el capital financiero puede ganarse con un golpe de buena suerte y perderse en un rato de mala suerte, el capital moral no se pierde, se acumula poco a poco y se transmite a través de la educación y del ejemplo a los hijos y a las siguientes generaciones sin que ningún acontecimiento externo pueda afectarlo. Son las bendiciones de Moisés que llegan hasta nuestra generación, lo demás, aunque sea políticamente incorrecto decirlo en estos días, es secundario.